En la Argentina, el abordaje de la enseñanza de la informática en la educación obligatoria ha variado en el tiempo de acuerdo con distintos paradigmas e intereses. El año 2018 fue un hito importante en ese recorrido: la aprobación de la resolución 343/2018 del Consejo Federal de Educación estableció que los saberes de Educación Digital, Programación y Robótica deben ser abordados en las aulas.
Desde entonces, al menos un tercio de las jurisdicciones en el país han avanzado en diseño e implementación de acciones de formación, actualización de diseños curriculares o desarrollo de recursos didácticos. En ese contexto, la Iniciativa Program.AR ha funcionado como referencia y asistencia técnica a muchas jurisdicciones.
Entendiendo que existe una vacancia en relación con qué enseñar de las ciencias de la computación (CC) en cada ciclo y nivel de la educación argentina, en la Fundación Sadosky elaboramos una propuesta curricular que oriente la toma de decisiones al conjunto de las provincias del país.
La propuesta ha sido concebida desde un enfoque en derechos: consideramos que la escuela tiene un rol indelegable en la formación de ciudadanas y ciudadanos que puedan participar críticamente de la sociedad contemporánea y transformarla en pos de mejorar su calidad de vida y la de los demás.
En este sentido, si bien niñas, niños, adolescentes y jóvenes tienen derecho a participar de la vida digital (Ley 27078, “Argentina Digital”) y esto supone tener acceso a dispositivos, conectividad y conocimiento para a buscar, crear, publicar y compartir contenidos digitales, las brechas de acceso son un desafío a resolver que afectan principalmente a mujeres y diversidades. La menor exposición de estas personas a estas herramientas y saberes, las alejan de los intereses, las vocaciones y las profesiones vinculadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación. En un mundo fundamentalmente organizado por lo computacional, afecta indefectiblemente sus oportunidades laborales, económicas y de ejercicio de poder en el campo específico y en general.
La existencia de una nueva dimensión de la ciudadanía, que se ejerce en el ámbito digital desde el momento en que navegamos en internet, implica otros modos de proteger nuestros derechos y asumir responsabilidades. Los y las ciudadanas deben aprender a lidiar con una gran diversidad de situaciones: la protección de datos personales, la prevención y la denuncia de casos de phishing y grooming, la vigilancia en las redes, el derecho al olvido frente a la huella digital, el derecho a reparar los dispositivos frente a la obsolescencia programada, etcétera. Las regulaciones en esta materia resultan ex post facto, son poco conocidas y difíciles de hacer cumplir si el conjunto afectado desconoce el impacto en sus vidas.
Resulta un pilar fundamental para convivir en entornos respetuosos y formar ciudadanas y ciudadanos comprometidos y responsables el conocimiento de las particularidades del entorno digital, los derechos en torno a él, las pautas de autocuidado, los modos de proteger la privacidad y las formas que adquiere la violencia digital y la vulneración de derechos.
Además de la vulneración de derechos individuales, es importante considerar el impacto en lo colectivo que se desprenden de la vigilancia social a través de los rastros que dejamos al usar servicios ligados a conectividad y el control del tráfico de los datos que circulan por la red, la concentración de productos y servicios en pocas empresas globalizadas y las consecuencias sobre la soberanía tecnológica y el desarrollo del país.
Por todas estas razones, consideramos que el currículo escolar debe concebirse como emancipador y propender a que las y los estudiantes comprendan el funcionamiento de los sistemas computacionales y puedan, a lo largo de la escolaridad, desarrollar los saberes de programación necesarios para incluso producir algunos artefactos computacionales.
Es imprescindible que la tecnología informática deje de ser una “caja negra” y que comience a ser concebida como un producto humano que responde a intereses y necesidades contingentes (por lo tanto, no neutrales), que tiene enormes potencialidades y riesgos. Es importante que se comprenda que los modos de producción y distribución del software como del hardware están condicionados por desigualdades sociales que pueden (o no) ser reforzadas. También es relevante dar a conocer las particularidades del entorno digital (el anonimato, la ausencia física que permite no ver el daño causado, la diversidad de formatos y plataformas, la dificultad de eliminar un contenido, la asincronicidad, entre otras), que facilitan la producción y la distribución de información falsa o contenidos que buscan específicamente desinformar a la población con el propósito de manipular acciones colectivas.
La producción y el consumo de tecnología tampoco son neutrales en términos de impacto ambiental. Los datos no se almacenan en un lugar inmaterial como sugiere la idea de “nube”, sino en hangares repletos de servidores que consumen energía para funcionar y para mantenerlos refrigerados constantemente. La capacidad de cómputo es costosa en términos de vida del planeta, especialmente, en el contexto de cambio climático global.
Desde una perspectiva disciplinar, abogamos por una propuesta curricular que haga foco en la comprensión de los conceptos fundamentales de las Ciencias de la Computación para entender y poder transformar nuestra vida actual, independientemente de las herramientas o software específico. Una formación de estas características requiere tanto de un conocimiento disciplinar profundo (es decir, debe ser abordada por docentes con formación en el área) como de uno didáctico específico (que habilite a proponer situaciones de enseñanza que expliquen situaciones próximas y contemporáneas). Para ello, deberán abordarse contenidos de programación, infraestructura tecnológica, ciudadanía digital, gestión de datos e inteligencia artificial.
La propuesta de Program.AR se estructura en ciclos y no en años escolares para dar mayor flexibilidad a las y los docentes en la distribución de los saberes a desarrollar. Los contenidos se organizan de manera espiralada, pensando en un incremento de dificultad en la medida que las y los estudiantes van desarrollando sus habilidades cognitivas, por un lado, y prácticas computacionales, por el otro. Los alcances definidos para cada tema de cada eje de cada área buscan permitir un dimensionamiento real del abordaje que se espera en cada etapa.
La implementación de esta propuesta requiere diseñar una hoja de ruta para lograrla de manera progresiva con consenso de los múltiples actores de la educación. Confiamos que permitirá marcar un horizonte al que llegar y planificar un camino para alcanzar el objetivo, entendiendo el sentido, la importancia y la urgencia de que estos contenidos estén al alcance de todas y todos.